viernes, 31 de octubre de 2014

Los Versos de Gomorra.

De asqueroso tacto en tu infame cuerpo
Me alimento en los pliegues de tus pieles
De sudor con miel, vino y rancias nueces
En tu lecho yace un hombre putrefacto
Los olores del amor lo resucitan,
 es un milagro que vuelva a estar en pie
Tantos dioses tienes que no sabes a cual agradecer
el de nuevo traer al mejor de tus clientes
aquel que paga primero y pregunta después
si estas en condiciones de realizar el acto
Este oficio se ha vuelto flojo
Ya nadie se acerca a espiar por el cerrojo
Para ver si hay que esperar su turno
O entrar como Don Juan triunfante
En el cuarto de techo celeste y pisos rojos
De telas y alfombras traídas de oriente por los magos
Que traicionados por los ancianos
Prefieren que  pagues sus mercancías de otro modo
Estas vieja, el tiempo no te ha tratado nada bien
De lo que fuiste, de lo que eras,
Ya ni siquiera tu nombre queda
Que cambias una y otra vez para mantener las tarifas
Ahora todo el mundo regatea
Que si una pierna arriba, que si la otra a Europa
Que si de pie, agachada o sometida
Que si con ruido o silenciosa
Ya ni siquiera es graciosa tu plática tardía
esto que comentas sucedió ya hace un mes
¿Cuánto es?  ¡Tanto! Me parece un robo.
Más me valiera hacerlo solo,
No importa te comprendo, es triste tu vida
Aunque si lo piensas es  más triste la mía
 que pago para hacerte compañía
en esta fosa de lujuria tenebrosa.



¿No es Verdad Ángel de Amor? José Zorrilla

¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando al día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?


miércoles, 29 de octubre de 2014

Ensayo de un Árbol. Fernando Ruíz Granados

Ensayar un árbol en el poema
Asentar su raíz en el fondo blanco
De la hoja
Sembrarlo a la plenitud del día
Ensayar un árbol en cada poema
Orientar sus ramas
Hacia los cuatro puntos cardinales
Al Norte la rama del sentido
La segunda al Sur el rumbo
Al que emigran todos los pájaros
La tercera hacia el Este
El territorio donde nace la luz
Y soplan los vientos del solsticio
La última rama hacia el Oeste
El punto hacia donde fluye todo esplendor
El sitio en el que crece la noche
Y se confunden todos los árboles
Los árboles del mundo y los de la palabra.


Estoy Triste y mis ojos no lloran. Juan Ramón Jiménez

Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.

Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!

Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;

y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...

Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.

¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.

Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Amor condusse noi ad una morte. Xavier Villaurrutia

Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.