miércoles, 25 de enero de 2012

De las Crónicas de Morfeo. Sirena

Las sirenas son seres fantásticos, originarios de mitologías diversas y extendidos en las narraciones de la literatura occidental, principalmente a través de los mitos griegos. En su forma original eran seres híbridos de mujer y ave, o mujer y algún otro ser, actual y generalmente se les describe como jóvenes mujeres hermosas con cola de pez. En la mitología griega, la voz de estas criaturas, bella y hechizante, fue llamado "El Canto de las Sirenas" estas canciones fueron descritas como hipnóticas y mortales para aquellos que las escuchan.

John William Waterhouse, Hylas y las Ninfas

En la Odisea de Homero (uno de mis libros favoritos). Ulises, advertido por la bruja (o Hechicera depende) Circe de que se nave surcará aguas cercanas a los territorios de las sirenas pero terriblemente ansioso de escucharlas, pide a sus hombres que protejan sus oídos con cera, a fin de no oírlas para evitar la tentación de arrojarse al mar en su búsqueda, mientras solicita que él sea atado al mástil de su nave: La Odisea Canto XII
“Esto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oírlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen; pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perimedes y Euríloco, atáronme con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que había yo tapado sus oídos y me soltaron las ligaduras.”

John William Waterhouse, Circe

Lo anterior apunta a un extraño sueño que tuve anoche y que es extrañamente raro que recuerde (lo he escrito anteriormente en este blog, Nunca recuerdo mis sueños)

John William Waterhouse, Ulises y las Sirenas

La familiaridad con que te movías era asombrosa, ese mercado exótico tan ajeno a mi, era para ti un campo abierto donde corrías divertida de comercio en comercio, libros, telas, jarrones antiguos y cajas de madera de contenido no visible estaban apilados en un gran estante de más de 6 metros de altura que se encontraba a las espaldas de un hombre quien a su vez se encontraba tras un mostrador también de madera, de una madera vieja y oscura con olor a acre, esa fue la culminación de tu carrera que hizo que yo te siguiera con torpes pasos por todo el lugar sin nunca alcanzarte (hasta ese instante) trastabillando entre la tanta gente que en ese momento realizaba sus compras de no tengo idea que urgente menester. Tu hablabas con él (lo supe por el movimiento de sus labios) mientras yo reponiéndome de la muy angustiosa persecución admiraba con cierto aire lacónico tu bien formado trasero, redondo y simple como una manzana, (tal vez por el color de tu pantalón) el hombre habiendo al parecer hallado mentalmente justo lo que buscabas se dirigió a la parte posterior del alto estante a traerlo; en ese momento de pública privacidad me acerque lentamente a ti sin que te dieras cuenta con deseos de rodearte con mis brazos y decirte alguna palabra linda al oído (como tu nombre que me gusta mucho) para después besar tu cuello, pero al proceder a tan cuidadosamente planeada y articulada acción mi malicia se apodero de mi, nadie nos miraba a pesar de la amplísima concurrencia y un antojo infantil de tocar tu seno izquierdo hizo cambiar la táctica de último minuto, mi mano sobre tu blusa busco el redondo y apetecible fruto de tus veintitantos años de madurez (aunque puede que sea menos) pero solo encontró el antiguo y casi olvidado (pero no menos hermoso) cuerpo de otra mujer, reconocí ese seno inmediatamente por su forma oblicua y sus dimensiones más bien tímidas que conocia muy bien, (habría podido estar seguro que ese cuerpo le pertenecía a Ella si en ese instante hubiera podido probarlo), pero para estar seguro toque también tu otro seno, sin explicación alguna, pero también sin lugar a duda era el cuerpo de otra mujer, no el tuyo (que también es mio) era su cuerpo, el de Ella (que ya no es mío), tomándote de los hombros con violencia te hice volver hacia mi para mirar tu rostro... en efecto no eras tu, pero tampoco era Ella, era una sirena, con tu rostro y con su cuerpo (de Ella), una extraña combinación que hizo alejarme en afán de no escuchar su voz para evitar perderme. A pesar de ser ambas hermosas esa combinación me resulto monstruosa.

John William Waterhouse, Sirenas

Para Sigmund Freud las sirenas en los sueños son una representación de la conjugación entre belleza y peligro, y eso explica el porqué de su poder de atracción.

John William Waterhouse, Sueño y su medio hermano Muerte 1874

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