Todos terminamos por prometer las mismas cosas, sentimos los
mismos miedos y solemos confundir el amor con cualquier cosa, vamos por la vida
creyendo en algo que no existe y lo sabemos, pero nos gusta sufrir, nos gusta.
Aunque nos damos cuenta de ello, amamos el histrionismo, las ganas de ser
protagonistas de nuestra novela, no conocemos la facilidad ni la felicidad,
decimos la verdad sabiendo que mañana será mentira, que no podremos ni
querremos mantenerla. Egoístas por definición, con complejos de superioridad,
nos gusta ser los mejores en todo, incluso en ser la víctima, la mejor víctima.
Nos paramos frente al espejo y nos convencemos de que lo estamos haciendo bien,
¿Cómo podríamos estar equivocados si somos incapaces de fracasar? Los
protagonistas nunca fracasan…
Todos nos enamoramos de todo y nos conformamos con nada, y
un afortunado o desafortunado día, decidimos compartir un poquito de nuestro
protagonismo a alguien lo suficientemente digno de ello pero que no sea tan
bueno como para robar nuestro papel u opacar nuestra actuación, nos decimos
enamorados, pero en el fondo pensamos “Perfecto, aquí está mi oportunidad de
sufrir, de ser la víctima, de demostrar que aún haciendo todo bien hay quien no
lo valora, tontos” así que nos lastimamos con las palabras de otros que también
se dicen enamorados, los volvemos contra nosotros, y cada quien en su papel de
víctima y victimario, se va llorando a los brazos del siguiente actor. Lo vemos
y vivimos día a día y no podemos notarlo. Ingenuos, hasta en nuestra maldad,
nos dejamos llevar por la corriente, caemos en el círculo vicioso de la vida y
seguimos creyéndonos sabedores de todo, capaces de manejar lo que se nos
presenta, mejores que nuestros padres, que nuestros hermanos, que nuestros
amigos, etc. ¿Qué saben ellos de la vida? ¿Qué saben ellos de nosotros? ¿Por
qué están tan equivocados?...
Soberbia, expertos en ella. Hasta para fingir ser buenas
personas hay que ser soberbios, los mejores en perdonar a los demás, siendo tan
superiores perdonar es fácil; los mejores en compartir conocimiento, con esa
genialidad sería imposible no hacerlo; los mejores en agradecer, sólo los más
sabios pueden ser humildes… y así de soberbios vamos pintando máscaras.
Mortales, torpes, inadaptados, estúpidos los humanos, todos
hasta mi madre y la tuya, ni siquiera sabemos cuidar de nosotros mismos.
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