viernes, 26 de agosto de 2011

El Trigo y el Nogal

Recientemente un inusitado interés por una rosa me llevo a recorrer nuevamente las páginas de "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry:

- Por favor... domestícame! – dijo el Zorro.
- Me parece bien – respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, domestícame !
- Qué hay que hacer ? – dijo el principito.
- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente el principito regresó.
- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; descubriré el precio de la felicidad ! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.
- Qué es un rito ? – dijo el principito.
- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Entonces el jueves es un día maravilloso ! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:
- Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.
- Es tu culpa – dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara.
- Claro – dijo el zorro.
- Pero vas a llorar ! – dijo el principito.
- Claro – dijo el zorro.
- Entonces no ganas nada !
- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo. (No sabrás porque si no has leído El Principito)


Uno de los ritos cuya realización se pierde en la noche de mis tiempos (es decir desde que tengo uso de razón (que bien pudo haber sido nunca)) es la elaboración de un platillo muy arraigado en la cultura local  desde hace aproximadamente 200 años: El Chile en Nogada preparado en base a chile poblano relleno de carne, frutos de temporada y cubierto de crema de nuez, perejil y granada, el cual, según la leyenda fue ofrecido durante su paso por la ciudad de Puebla de los Ángeles con motivo de su onomástico a Agustín de Iturbide personaje emblemático en el proceso de consumación de la independencia de México en 1821, y quien a la postre se convirtiera en Agustín I primer emperador de México y cuyo nieto Agustín de Iturbide y Green fuera adoptado  por Maximiliano de Habsburgo en un intento de legitimar el segundo imperio y cuya descendencia  actualmente ostenta el título de Príncipe de Iturbide: Don  Maximiliano de Götzen-Iturbide ciudadano rumano radicado en Australia,  heredero imperial de la casa Habsburgo-Iturbide. 
Mi abuela, madre de mi padre, dedico gran parte de su vida laboral al noble pero difícil oficio de la gastronomía, ocupando durante décadas el puesto principal en la cocina de uno de los principales restaurantes de la ciudad durante la segunda mitad del siglo pasado, por lo que antes incluso de que yo naciera el mes de agosto marcaba para mi futura familia  la temporada de la elaboración del platillo antes mencionado, el rito iniciaba con la convocatoria para la ardua tarea de retirar la dura coraza que guarda el fruto del nogal: la nuez de castilla, principal ingrediente de la crema que da nombre al platillo "La Nogada".
Este rito ha trascendido por lo menos una generación y me es grato recordar que año tras año nos reunimos en familia para retirar la delgada piel de las nueces previamente sumergidas en agua para una vez limpias trasladarlas a otro recipiente con leche para preservar su color blanco, es difícil, agotador, y tus dedos siempre quedan "arrugaditos" por el efecto de la absorción del agua, la tarea siempre lleva muchas horas incluso días, pero bien vale la pena disfrutar los resultados brindando con una copa de vino blanco y en compañía de la gente que amas.




Granada de Agustín Lara (En este post se hablo mucho de Agustín) En Voz de Rolando Villazón

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