lunes, 26 de diciembre de 2011

Maestro, extráigame la piedra

Estoy enfermo, pero, para hacer énfasis en la naturaleza de mi enfermedad debo apuntar que no hago referencia al ya habitual mal conocido por todos ustedes que es fácilmente reconocible en mis palabras tan sin sentido, en mis respuestas tan metafóricas, en mis preguntas tan absurdas  y en conjunto en mi visión tan distorsionada de la realidad,  que es conocida comúnmente como locura, no.



Mi mal tampoco hace referencia a aquel amor secreto que también es por muchos conocido y que lo hace no tan secreto, esa grave enfermedad pocas veces curable y apenas controlable con pequeñas dosis de esperanza, y vaporizaciones en altas concentraciones de mujeres fáciles que alivian eficientemente el dolor que causa mantener la boca cerrada, y cuyos síntomas son  irracionalidad compleja,  desorientación,  confusión entre sabores y colores, y  entre olores y tactos, es decir como cuando pienso: este café me sabe a tristeza, o cuando fantaseo con los destellos de vainilla en su cabello, dicha enfermedad si no es tratada a tiempo y de manera adecuada provoca secuelas permanentes en forma de conductas repetitivas:  aspiraciones lentas y profundas seguida de una cara de tonto al observar su sonrisa de lejos… siempre de lejos.
Mi mal tampoco hace referencia a aquel amor público que más bien no es conocido por muchos, pero que de ninguna manera se ha ocultado, esta enfermedad que hace escribir y hacer una secuencia casi infinita de estupideces en aras de expresar lo mas comprensiblemente aquel conflicto de intereses que se generan en el interior del paciente; la amistad es un sentimiento desinteresado y noble, yo quiero a mis amigos y no es necesario que ellos sientan lo mismo por mi para que así suceda, yo pienso en ellos y no es menester  que ellos piensen en mi para generar  aquella generosa complicidad, que nos conduce siempre a los mismos tópicos, con mis amigos hablo siempre de mujeres, con mis amigas también; pero un amor público y aceptado es todo lo contrario, en contraste con una amistad, este mal se manifiesta como una rivalidad entre dos personas que luchan entre si, si pienso en ella espero que ella también como mínimo piense en mi, si la amo o creo amarla se lo diré con el objetivo principal  no de que ella lo sepa, sino de saber si ella también me ama o cree hacerlo, yo le daré mi amor, mi alegría y todo lo mejor que tengo, deseando siempre y al mismo tiempo ser poseedor de su amor su alegría y todo lo mejor que ella tiene. Es por eso que un amor público (es decir expresado abiertamente) es más cercano a una relación de enemigos que de amigos, el amor duele en la ausencia, el amor provoca celos, el amor es un arma, una daga filosa en mano experta que al instante esta presta a ser desenfundada, si la amo es completamente seguro sin lugar a dudas en algún momento la heriré o seré herido, con posibilidades iguales de sobrevivir o no, buscaré destruir su mundo y hacerlo mio, así una rosa dejará de ser una rosa para ser “lo que le di en su cumpleaños”, una canción dejará de ser una canción para ser “la melodía que cantabas”, una helado dejara de ser un helado para ser el helado que le gusta y mi conciencia de ello me hace huir casi despavorido a buscarla,  para decirle tu no eres mi amiga y nuca lo serás mientras tu mundo exista, o huir casi despavorido a esconderme en la oscura maleza  de un seudónimo tal vez poco apropiado El Marqués de Carabas.
Estoy enfermo tengo laringitis.

En la primera imagen El Bosco muestra la locura y la credulidad humanas. Lo que se representa en La extracción de la piedra de la locura es una especie de operación quirúrgica que se realizaba durante la Edad Media, y que según los testimonios escritos sobre ella consistía en la extirpación de una piedra que causaba la necedad del hombre. Se creía que los locos eran aquellos que tienen una piedra en la cabeza.

La Gran Guerra,  René Magritte 1964

El Hijo del Hombre, René Magritte 1964.

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