Creo que soy un freak porque me siento como un freak, esto lo escribo desde la casa de la mujer en
la que pienso siempre, las publicaciones en este blog del mes de Octubre de
2012 han sido sui generis.
Perdí un poco el rumbo y la
inspiración se alejó brevemente de mi,
eso aunado a la carga de trabajo en la oficina que se he incrementado
considerablemente en las ultimas semanas ha limitado mis acostumbradas publicaciones
mensuales, esta vez no publique poesía propia
ni ajena, nada romántico ni de amor ni desamor y precisamente porque no he
estado pensando en esos temas, preparamos una gran fiesta de Halloween (mi
equipo de Uróvoros y yo) y he salido un
par de veces con aquella en la que pienso siempre lo que me ha hecho evocarla
no en la forma idílica en la que lo hago todo el tiempo (que tal vez ni siquiera
exista), sino en la forma real de un
hombre que mira a una mujer a los ojos, mientras ella habla y él trata de poner
tanta atención en lo que dice esperando cualquier indicio del mas mínimo deseo
para satisfacerlo al instante, la forma real de escuchar su peculiar risa y ser
feliz… ser inmensamente feliz por que
ella es feliz y ríe y todos ríen con ella, el café y el mesero y los ancianos
sentados junto a nosotros, caminar con
ella de noche (que es como me gusta caminar) con pasos cortos porque el tiempo
no espera y con palabras breves porque la vida se acaba.
Encontrándome obtuso en la
creación me di a la tarea de recopilar algunos
relatos adecuados a la época (de muertos aquí en México) que cuando los leí me
provocaron miedo “El niño lobo del cine Mari” de José María Merino y “Tenga
para que se entretenga” del virtuoso José Emilio Pacheco. Además de echar mano
de cuento propio aún inconcluso, de un Lipograma
que hace referencia al relato creacionista, una referencia simbológica (que de
ahora en adelante será como llamaré a mis amigos) y finalmente una historia de
miedo real: Del porque se denomina Freaks a la gente rara.
La película Freaks es una
pelicula estadounidense de 1932, dirigida por Tod Browning. En1931 el director
había alcanzado un gran éxito con Drácula. Decidió volver a la
Metro-Goldwyn-Mayer, en donde su amigo Harry Earles, un enano alemán, le
sugirió la idea de adaptar el cuento de Tod Robbins, Espuelas (Spurs), acerca
de la venganza de un enano, artista de circo, hacia la trapecista que intentó
quedarse con su dinero casándose con él.
La película fue un completo
desastre de taquilla y horrorizo al público en su época. Su amigo Harry
interpretó el papel de Hans, el enano, y Tod Browning amplió el número de
intérpretes que desfilarían en la pantalla con personas reales con deformidades
y diversos males incluso mentales que efectivamente trabajaban en circos de la época
exhibiéndose como atracciones, convirtiéndolos en los verdaderos protagonistas
de la cinta, simplemente mostrando en escenas cotidianas su forma de vivir. No
se utilizaron efectos especiales de maquillaje, excepto en una breve escena al
final de la película. Durante muchos años esta película estuvo prohibida en el
Reino Unido, y censurada en muchos países.
Hoy es un clásico de culto, pero
en su tiempo fue considerada repugnante, y el público obligó a que fuera
retirada de las pantallas.
Es destacable la figura de grupo
que intenta reflejar el director en las relaciones internas de los fenómenos de
circo, que forma el verdadero trasfondo de la película: al principio explican
que tienen un código que consiste en que el dañar a uno dañará a todos los demás.
En la escena de la boda los fenómenos aceptan a la trapecista en su círculo
interno: se convierte en "uno de los nuestros".
Cuando se dan cuenta del engaño
hacia su compañero Hans, su venganza hará literal ese título. Y esta parte es
la única justificación de la calificación de esta película como perteneciente
al género de terror.
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